Del orden de los afectos es el proyecto del lugar en que estamos. La ceremonia de las construcciones adquiere sentido cuando la elevación, en cotidiano, elimina la perspectiva de la isla. Entre ambas situaciones, se traspasan energías como si la laxitud de los árboles desconociera lo que parece constancia en lo que llamamos bóveda. Aquélla es vista como inmovilidad, pues la evidencia de la misma la asignamos a las actitudes con que nos acercamos a la orilla. Es un espejismo salir a navegar cuando efectivamente no nos hemos alejado más allá de dos pasos o brazadas.